La vida en obras


LA VIDA EN OBRAS


Durante uno de mis escasos viajes en soledad, asistiendo a un momento para mí único y probablemente -no, seguro- irrepetible, sin una cámara a mano, mi sonrisa de idiota desapareció. Enturbiado mi entusiasmo inicial por una desconocida sensación de vacío, ya sólo podía pensar en la desesperación de no haber compartido aquel momento, ni siquiera en diferido y enlatado, con aquellos que me ayudaron a llegar hasta allí y que en ese momento se encontraban a miles de kilómetros de mí. After but before quiere reparar en parte este eterno sentimiento de culpa del viajante, compartiendo documentos fotográficos, vídeos, ideas, textos, relatos...Cada uno conforma una pequeña viga, un ladrillo, un gramo de argamasa de un edificio a medio construir que difícilmente quede concluso.

Espero que lo disfrutéis


Zantonio

lunes, 18 de octubre de 2010

Sólo para verte

 
Yo soy el gato de la uralita. Yo, ese que sube todas las noches al tejadillo junto al tendedero y maúlla desde sus entrañas en tu honor. Tú, te revelas tal como eres detrás de los visillos gaseosos de tu ventana. Tú, dejas que un lino blando y afortunado acaricie tus pechos antes de que extiendas el brazo y bajes la maldita persiana, como un abajo el telón anticipado.

A esta hora ya no hay bullicio y el murmullo de la avenida se disgrega en sonidos bien nítidos. El runrun intimidatorio de una moto de trillones de caballos reta a la diligencia de un pobre paterfamilias. Los gritos exóticos y asesinos de una prostituta harta de su chulo queman el aire. El estruendo desgarrado del contenedor de vidrio violentamente saqueado termina en el silencio más intenso del cosmos. Un ladrido de última hora busca desesperado a su dueño. Algún claxon accidental insulta a una pobre anciana que no tuvo prisa. La sirena remolona del semáforo de la esquina reza una letanía de indecisión.

Es la hora. Despacio recojo la muda, húmeda y quejosa, descuelgo mis calcetines lascivos y los dejo descansar sin orden sobre esa camiseta de la chispa de la vida, de chispa y de vida descoloridas y un poco andrajosas también. Cuelgan los jeans arrugados, solitarios, vueltos, con su engaño al descubierto, pesados, cuanto más buscan el suelo, más se alejan de él. Como yo. Son veinte escalones de penumbra hasta mi puerta. Esta vez se me olvidó contarlos.

Yo soy la sirena liberada de su encantamiento. Yo, esa que te deja el mejor sabor de boca. Tú, los ojos que brillan el neón de mi fachada prometiendo más luz. Tú, la respiración serena que olfatea mis hormonas en el descansillo. Hoy no puedes esconderte detrás de esa luz negra. No puedes.

Llanes agosto de 2010

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