Yo tengo mis propias versiones, no quiero las que me cuentan. Quiero imaginar que un mar debe su nombre a aquel pobre espantapájaros enamorado de la bella primogénita del poderoso Señor de Belem, nadando hasta su dispersión al rescate de la ninfa, presa por orden de su estricto padre en la Torre a orillas del Tajo.
Y en vez de creer la prosaica explicación científica sobre la formación de la calzada de los gigantes, o creerme su leyenda, adivinar que aquellas columnas no son basálticas sino de kriptonita y volver a soñar que floto a dos palmos del suelo. Cuando estoy a punto de rozarlo, remonto el vuelo y avanzo siguiendo la tenue línea imaginaria de luces que forman los faros de los automóviles en procesión. Desciendo cansado y me acerco a una ventana que rompe la noche con un insignificante resplandor y él me mira desde la cama y entonces pierdo el equilibrio y desaparezco antes de caer y herirme.
Me gustan mis versiones porque puedo estar en ellas o meterte a ti si me lo pides.
Zantonio
Valladolid Julio 2010 |
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