Cabíamos en una caja de cartón, veníamos a cenar al comedor social, dormíamos cuatro horas como mucho. A veces nos despertaba una patada, otras el frío húmedo de un camión cisterna, y las más uno de la basura. Éramos felices, nos teníamos el uno al otro. Pero un día ella ya no quiso levantarse. Toqué su rostro rígido y azul. Le llamé por su nombre y no me contestó. Había caído una fuerte helada, el agua de la fuente de Neptuno caía en cuchillos que esperaban su momento de herir. Lucía hibernaba. La dejé en su osera y bajé al Metro a calentarme. A media mañana, cuando regresé, ya no estaban ni Lucía, ni los cartones. Tragué orgullo, como todos los días desde hacía cuatro semanas, y extendí la mano rezando por lo bajini una procesión de lamentos, como había visto hacer a otros. Cuando reuniera lo suficiente, haría un tremendo viaje.
Zantonio
Camden Road (Londres septiembre 2006) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario