Cualquiera diría que sólo son un gracioso apéndice con cinco gusanitos articulados. De un lado, abiertos como anémonas se extienden nuestros dedos con sus uñas que les dan aspecto de percebes rosados y con los nudillos, esas arruguitas prematuras que dan miedo cuando se disipan en el puño. Del otro lado, cicatrices premonitorias que cualquier día de estos aciertan y yemas chivatas que te echan de menos.
Con las manos nos nacen al mundo, las manos nos ponen en contacto íntimo y húmedo con él, las manos nos confirman desde bebé la existencia real de una imagen rara y voluble que nos devuelve el espejo, nos defienden o nos matan, nos aman o nos odian, nos ayudan o nos vetan, rompen o arreglan, acercan o alejan, insultan o animan, cargan o aligeran, disparan y curan, abren y cierran, compran o venden, crean música o molestan, tocan las palmas o chascan los dedos, acarician o rascan, hacen sufrir o disfrutar.
¿¡Qué sería del Mundo sin tus manos!?
Zantonio